Las mujeres visten de formas muy distintas en función de las costumbres que se consolidan en cada país y del momento histórico en que viven. La imagen de la mujer ha variado a lo largo del tiempo, un ejemplo claro de este dinamismo lo podemos constatar en la imagen de la mujer en la época del Shá en Irán, en ese momento iban la mayor parte sin cubrirse y tras la revolución islámica llegó el chador y se cubrieron.
En el Corán no se dice que tengan que cubrirse el rostro, pero las diversas interpretaciones que se hacen del texto sagrado están marcadas por unos intereses en los que el poder no se basa en el respeto de los Derechos Humanos, sino que más bien atenta contra ellos.
El profeta Mahoma consideraba el cubrirse el pelo como un signo de distinción y respeto ante las mujeres musulmanas y hoy parece que un velo suscita muchos miedos.
En Francia la prohibición de usarlo en las escuelas ha provocado grandes polémicas, ríos de tinta a a favor y en contra. Creo que los velos más peligrosos son los que llevamos en la mente y en el corazón, y son esos los que nos impiden conocer las razones que llevan a una mujer a cubrirse o a no hacerlo. Hay mujeres para las que cubrirse supone una seña de identidad, se sienten orgullosas de ser musulmanas y su forma de decirlo es llevarlo, otras en cambio sienten que el velo las aleja de los demás, crea fronteras y deciden no llevarlo. Lo importante es tener la libertad para poder decidir si llevarlo o no. Si existe una ley que no ampara la decisión desde la libertad, debemos luchar contra esa imposición.
La diversidad es fuente de riqueza, uniformarnos no nos libera. Paseando por los zocos de Marraquech puedes encontrar tantas versiones de ese hiyab,... nariz descubierta, cara al descubierto, mechones que asoman sobre la frente, labios pintados con carmín, ojos enmarcados con khol, esas mujeres no me miran con miedo, ni con desprecio porque no lleve mi cabeza cubierta. Deambulas entre ellas sintiéndote una más, ríes con ellas en el hamman y te prestan un poco de jabón, son amables, curiosas, se sorprenden al ver mi piel blanca y compartes un té. Sin embargo en España paseando hace tiempo con dos amigas que llevaban su hiyab la gente se volvía para mirarlas como dos extrañas, de forma agresiva, hiriente y ellas llegaron a sentirse mal en las calles de este occidente.
¿Un trozo de tela nos da la libertad o nos la quita? ¿nos ayuda a estrechar lazos o a romperlos?
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