viernes, 15 de noviembre de 2013

Ya tenemos en la entrada del IES CUENCA NALÓN a Malala






Hace un año comenzamos a trabajar sobre Malala, le escribimos a ella y montamos un video con los mensajes de nuestro  alumnado dándole ánimos tras la terrible agresión que sufrió. 
Hoy ya tenemos enmarcado el retrato que hicimos de Malala con las fotos del alumnado del centro, porque todos y todas somos Malala. 

A lo largo del año recogimos en este blog noticias relacionadas con su caso y con el derecho de las niñas ala educación. 

El  curso pasado mostramos durante todo el año en la entrada lo sucedido a este chica de Pakistán y ahora queda  su huella en las paredes de este instituto, donde el arte cobra vida y nos hace soñar. 

En esta etiqueta podéis ver los trabajos que realizamos en el instituto sobre Malala y los mensajes que le enviamos.


Gracias a todos y todas por hacerlo  posible.

martes, 5 de noviembre de 2013

Yo soy Malala

Yo soy Malala, el libro de Malala

“MALALA YOUSAFNAI, HAY QUE MORIR UNA VEZ EN LA VIDA” por ROSA MONTERO


El trabajo diario, el de los hijos y el de la casa incluido, el preparar las clases, el corregir pruebas y exámenes, la mayor parte inacabados, mal hechos, con errores imperdonables, realizados sin ganas y sin interés, hace que vayas dejando de lado libros, artículos de periódicos y de revistas a los que en otras épocas del año sí harías caso. Hoy me he encontrado con un “viejo” artículo de Rosa Montero que se publicó el pasado 13 de octubre, por poco no lo tiro al contenedor de reciclaje sin leerlo.
He visto tres o cuatro veces a la escritora y periodista en diferentes actos y en alguna ocasión he hablado con ella, así que creo que me perdonará si comprimo su entrevista y la dejo en unos cuantos párrafos para que la leáis mejor:
“Es diminuta pero posee una cabeza rotunda, una cabeza que destaca en la delicadeza de su cuerpo de elfo. Viste ropas tradicionales pastún de alegres colores y su cara está enmarcada en un bonito chal estampado de flores y colocado con gracia. Se le ve el cabello, detalle muy importante en la tremenda jerarquía de tocados musulmanes para mujeres, desde la siniestra y carcelaria burka hasta el ligero hiyab. Parece una figurilla de belén, una pastorcita de terracota. “Le voy a contar algo de mí”, le digo nada más sentarnos en la fea y burocrática sala privada de un hotel de Birmingham, que es donde se está celebrando el encuentro. “Verá, yo he hecho muchas entrevistas durante décadas, hasta que hace cuatro o cinco años me cansé y ya no hice más. Sin embargo, cuando me propusieron su nombre, inmediatamente dije que si. Así que usted es responsable de mi regreso a este género periodístico…” (…)
-No. Estoy entregada a la causa de la educación y creo que puedo dedicarle mi vida entera. No me importa el tiempo que me lleve. Me concentro en mis estudios, pero lo que más me importa es la educación de cada niña en el mundo, asi que empeñaré mi vida en ello y me enorgullezco de trabajar en pro de la educación de las niñas, y la verdad es que es una gran oportunidad tener esta entrevista hoy con usted. ¡Gracias!
(…) En su libro Yo soy Malala (Alianza Editorial) cuenta con gracia una anécdota reveladora: “Mi profesor de Química [en Paquistán], el señor Obaidullah, decía que yo era una política nata porque, al comienzo de los exámenes orales, yo siempre decía: ‘Señor, ¿puedo decirle que usted es el mejor profesor y que la suya es mi clase preferida?”. El nivel de autocontrol de Malala me parece increíble: ¡tiene dieciséis años! Pero, como se ve en su escalofriante y conmovedor libro, lleva viviendo una vida extremadamente adulta y anormal desde los diez. Lo talibanes no lograron ni matarla ni callarla cuando le metieron una bala en la cabeza, pero le robaron una buena parte de su infancia.
-¿Ya está bien de salud?
-Estoy muy bien, y esto es por las oraciones de la gente, y también por las enfermeras y los médicos en el hospital, (…) el nervio facial que controla el movimiento de este lado fue cercenado por la bala y por lo tanto había dejado de funcionar, pero ya han cosido el nervio, ha empezado a reconstruirse y está recuperándose muy bien. Ha alcanzado un 88% de recuperación.
(…) La bala entró por debajo del ojo izquierdo y salió por el hombro. Le destrozó los huesos de media cara, cortó el nervio y rozó el cerebro, que se inflamó tanto que tuvieron que quitarle toda la tapa de la cabeza. Durante meses estuvo con el cerebro al aire y con el pedazo de cráneo metido, para su conservación, bajo la piel del abdomen (al final tiraron el hueso y le pusieron una pieza de titanio). También estuvo meses con medio rostro desplomado: no podía reir, apenas podía hablar, no podía parpadear con el ojo izquierdo y los dolores eran terribles. En su discurso a la ONU el pasado 12 de julio, el día que cumplió dieciséis años, se le notaban más las secuelas que ahora: la rehabilitación hace su efecto. Sigue siendo una chica guapa y sólo queda una ligera sombra de desequilibrio en su cara.
-Le pregunto todo esto porque usted ha pasado por una situación durísima, y ahora podría tomarse cierto tiempo para recuperarse. Pero no, inmediatamente ha sacado usted este libro, que le obliga a volver a dar entrevistas y a estar de nuevo en primera línea. Eso es una elección. Y parece dura.
-Es que esto ya es mi vida, no es sólo una parte de ella. No puedo abandonar. Cuando veo a la gente de Siria, que están desamparados, algunos viviendo en Egipto, otros en el Líbano; cuando veo a toda la gente de Paquistán que está sufriendo el terrorismo, entonces no puedo dejar de pensar, “Malala, ¿por qué esperas a que otro se haga cargo? ¿Por qué no lo haces tú, por qué no hablas tú a favor de sus derechos y de los tuyos?” Yo empecé mi lucha a los diez años.
-Lo sé. Cuando llegaron los talibanes.
-En aquel entonces vivía con mi padre en Swat, es nuestra región natal, y y los talibanes se levantaron y empezó el terrorismo, azotaron a las mujeres, asesinaron a las personas, los cuerpos aparecían decapitados en las plazas de Míngora, nuestra ciudad. Destruyeron muchas escuelas, destruyeron las peluquerías, quemaron los televisores en grandes piras, prohibieron que las niñas fueran a la escuela. Había mucha gente en contra de todo esto, pero tenían miedo, las amenazas eran muy grandes, así que hubo muy pocos que se atrevieron a hablar en voz alta en pro de sus derechos, y uno de ellos fue mi padre. Y yo seguí a mi padre.
(…) A los once años, en lo más negro del terror talibán, Malala empezó a escribir un blog para la BBC en urdú. En la primera entrada decía: “En mi camino a casa desde la escuela escuché a un hombre gritando: ¡Te mataré! Apresuré el paso… pero para mi gran alivio vi que estaba hablando por su movil y que debía de estar amenazando a otra persona”. Aunque firmaba con seudónimo, todo el mundo acabó sabiendo que era ella. Además empezó a acudir a las televisiones y a las radios, junto con su padre, a protestar por los abusos. Fueron casi los únicos en hacerlo.
(…) – Lo importante es que si preguntas a los niños aquí /de Occidente/ de qué tienen miedo, te van a contestar que de un vampiro, de Drácula o de un monstruo, pero en nuestro país tenemos miedo a los humanos. Los talibanes son seres humanos pero son muy violentos y hacen tanto daño que cuando un niño oye hablar de un talibán le entra miedo, igual que si fuera un vampiro o un monstruo.
-Es un sistema perverso y demencial; prohibieron la música, prohibieron cantar…
-Nos prohibieron todo y si oían barullo y risas en una casa, irrumpían por si estabas cantando o viendo la televisión, y rompían los televisores. A veces se limitaban a amonestar a la gente, a veces la pegaban o la fusilaban o la masacraban. No nos dejaban ni jugar a las peluqueras con las muñecas. (…) Luego los talibanes empezaron a matar. Primero a los policías, asi que dejaron sus empleos y pusieron anuncios en los periódicos diciendo que ya no eran policías, para que no les asesinaran…. Después asesinaron a los músicos, y los músicos también pusieron anuncios diciendo que habían dejado el pecado de la música y que ya eran fervientes creyentes…. Eso de los anuncios me impresionó. Su propio padre, cuando le amenazaron, puso un anuncio que decía: “Matadme a mí pero no hagáis daño a los niños de mi escuela, que rezan todos los días al mismo Dios en el que vosotros creeis”. (…) Y a las niñas que íbamos a clase nos insultaban todos los días de forma muy fea y nos decían que iríamos al infierno.
-En los últimos años ustedes estaban convencidos de que su padre, Ziauddin, iba a ser asesinado. (…) ¿Cómo podían aguantar ese miedo todos los días?
-En aquel entonces el miedo nos rodeaba. Fue todo tan duro. No sabíamos lo que el futuro nos deparaba, queríamos hablar pero no sabíamos que nuestras palabras nos conducirían al cambio, que nos escucharían en todo el mundo. No estábamos enterados del poder que encierra un lápiz, un libro. Sin embargo, se ha demostrado que los talibanes, que tenían fusiles y explosivos, eran más débiles que la gente con lápices y libros. (…) Ya le has visto la cara a la muerte, ya no debes tenerle miedo, se ve que ya ni la muerte quiere matarte; la muerte quiere que vivas y trabajes en pro de la educación. De manera que me dije, no tengas miedo, sigue adelante, que Dios y la gente te acompaña. Hay que morir alguna vez en la vida.
-Pero usted es demasiado joven…
-Demasiado joven, demasiado joven –repite dolorosamente el padre, como un coro griego.
-Hay otra cosa que me parece muy importante de usted, y es que es creyente. Una intelectual argelina me dijo hace años que la izquierda argelina había fracasado en su intento de modernizar el país porque se habían enajenado completamente de su pueblo y de su sociedad. Eran laicos, rupturistas, demasiado modernos, demasiado occidentalizados para ser aceptados por la mayoría. Usted, en cambio, sigue perfectamente integrada en su cultura y en su religión.
-Amo a Dios porque me ha protegido, y creo que me va a preguntar el día del juicio, “Malala, veías el sufrimiento de la gente en Swat, veías cómo sufrían las niñas, que masacraban a las mujeres, que asesinaban a tantos policías. ¿Qué has hecho tú para defender sus derechos?” Sentí que era mi deber clamar por los derechos de las niñas, por los míos, por el derecho de asistir a la escuela, y lo hago en nombre del Dios por el que los talibanes me tirotearon.
(…) -Fui dándome cuenta de que el Gobierno no estaba haciendo nada, que su deber elemental era conceder derechos básicos al pueblo, proporcionarles electricidad, gas, educación, buenos hospitales. Y entonces por eso de repente pensé que sí que quería ser política para conseguir un cambio grande en mi país. Para que un día Paquistán esté en paz, para que no haya guerra ni talibanes y todas las niñas vayan a la escuela. Y no sólo quiero ser política, sino líder también.
-Líder social.
-Sí, líder social, y guiar a la gente, porque el pueblo en Paquistán anda descaminado, están divididos en muchos grupos, y llega un líder y forma un grupo, llega otro y forma otro grupo distinto, pero nunca he visto a alguien que sepa unir a la gente. Quiero hacer que toda esa gente se una, quiero que Paquistán sea uno solo, quiero ver la igualdad entre todos y la justicia.
-¿Y cree que usted los puede unir?
-Para lograr ese objetivo tengo que conseguir poder, y el verdadero poder consiste en la educación y el conocimiento. (…) Cuando nos apoyemos los unos a los otros, cuando nos eduquemos, cuando logremos ese poder, podremos con todo. Y entonces volveré a Paquistán.
(…) -Me gustaba ver la serie (Betty la fea), me gustaba pensar en otro mundo en donde el mayor problema era la moda, quien viste qué ropa, qué sandalias, qué color de lápiz de labios usa tal chica… Mientras por otro lado las mujeres se mueren de hambre, y los niños también, y azotan a las mujeres, y aparecen cuerpos decapitados…
-Pero, en cualquier caso, lo que indica este texto es que por ahí abajo hay ese anhelo comprensible de una existencia liviana y normal…
(…) Es una niña atrapada entre las ruedas de una responsabilidad colosal. Imaginen la situación: una realidad de violencia y abuso insoportables, un padre heroico que señala el camino y una niña inteligentísima, evidentemente superdotada, consciente de su propia dignidad y con una gran capacidad de compasión. Todo se conjuró en la vida de Malala para encerrarla en su destino de Juana de Arco. Las balas de los talibanes la han catapultado a una visibilidad mundial y es posible que, cuando ustedes lean esta entrevista, le hayan concedido el Nobel de la Paz, que se hará público mientras esta revista esté en imprenta. Yo he firmado pidiendo el Nobel para ella, pero ahora casi me preocupa que se lo den: sería otro peso más, otra exigencia. Malala, enardecida por haber sobrevivido y todavía muy joven, pese a su madurez, tiene ensueños grandiosos para el futuro de su pueblo. Ensueños inocentes y difíciles de alcanzar pero que quizá ella logre poner en marcha, porque esta pizca de mujer es poderosa. Tanto el padre como la hija tienen algo limpio, el corazón en la boca, una luz que encandila. Pero la luz de Malala está llena de sombras, es una estrella oscura llena de dolor y de determinación. A los dieciséis años está dispuesta a sacrificar toda su vida por su proyecto. (…) Y al escuchar su primorosa contestación final me siento como el señor Obaidullah, su profesor de Química.”

viernes, 11 de octubre de 2013

El Parlamento Europeo homenajea a Malala con el premio Sájarov

El Parlamento Europeo ha otorgado el premio Sájarov a la libertad de conciencia a Malala Yousafzai, la niña paquistaní que recibió un disparo por parte de los talibanes por su defensa del derecho a la educación en su país. Partía como favorita frente a las otras dos candidaturas, la de Edward Snowden, quien destapó el caso de espionaje global de Estados Unidos –calificado como “escandaloso” por la Eurocámara-, y los presos políticos bielorrusos Ales Bialatski, Eduard Lobau y Mykola Statkevich. La nominación de Malala fue promovida por los tres grupos mayoritarios en Estrasburgo: el Partido Popular Europeo, los Socialistas y Demócratas y la Alianza de Liberales y Demócratas. La candidatura de Edward Snowden contaba con el apoyo del grupo de los Verdes y la Izquierda Unitaria Europea. La elección de Malala como ganadora del premio la ha anunciado el líder del grupo de los liberales, Guy Verhofstadt: “Malala es una inspiración para todo hombre, mujer y menor”. A partir de ese momento se han sucedido las celebraciones. La fundación Malala ha manifestado a través de su cuenta en la red social que el premio es “un honor” y lo interpreta como una señal de que “la voz por la educación que se ha intentado silenciar es más fuerte que nunca”. El presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, ha anunciado el premio ante la Eurocámara reconociendo “la increíble valentía de esta joven mujer”. Ha afirmado también que el derecho de las niñas a la educación “es comúnmente negado” y ha expresado que el ejemplo de Malala recuerda a los europarlamentarios “su deber con los niños y especialmente, con las niñas: alrededor de 250 millones de niñas en el mundo no pueden ir a la escuela”. Malala empezó su lucha por el derecho de las mujeres a la educación, la libertad y la autodeterminación cuando tenía once años -ahora tiene dieciséis-, a través de un blog en el que, firmando con pseudónimo, denunciaba la prohibición talibán a las niñas de ir al colegio. Los talibanes intentaron asesinarla sin éxito en octubre de 2012, aunque estuvieron cerca de conseguirlo. Desde entonces se ha convertido en un símbolo de la lucha por los derechos de las niñas y su acceso a una educación universal. El galardón, que la Eurocámara concede desde 1988 a personas u organizaciones que destaquen por su lucha contra la injusticia y la presión en todo el planeta, está dotado con 50.000 euros. La entrega del premio tendrá lugar el próximo 20 de noviembre en Estrasburgo. El año pasado, el galardón --cuyo nombre rinde homenaje al primer galardonado, el físico y disidente político soviético Andrei Sájarov-, fue otorgado a los también disidente iraníes Nasrin Sotoudeh y Jafar Panahi.

martes, 1 de octubre de 2013

Niños que mueven el mundo Pequeños activistas como Malala logran grandes transformaciones Pese a ser extraordinarios, tienen derecho a vivir su infancia

Malala celebra su cumpleaños en la sede de la ONU; Malala recibe el premio Nobel de la Paz de los niños en La Haya; Malala inaugura en Birmingham la librería pública más grande de Europa; Malala viaja a Nueva York para colaborar con el ex primer ministro británico Gordon Brown en un programa de ayuda a niños refugiados sirios… Malala tiene 16 años y un apellido: Yousafzai. Pero para todos, ella, la niña, es eso, Malala —la sonoridad del nombre acompaña—. Así conoce medio mundo a esta joven e incansable paquistaní, tiroteada el pasado mes de octubre en el valle del Swat (Pakistán) por un grupo de talibanes a los que no les gustaba lo que la menor contaba en Internet. Sobrevivió y reside en Reino Unido. Fue y es víctima de los radicales. Y ahora la llaman activista por la educación. Pero es eso, una niña. Y por derecho. “Malala es un ejemplo”, explica Jorge Cardona, profesor en la Universidad de Valencia, “de que un niño es sujeto de derecho como lo es un adulto; deben ser protagonistas de sus derechos, deben ser empoderados para defenderlos”. Cardona, docente en Derecho Internacional y Relaciones Internacionales, es uno de los 18 expertos independientes que forman parte del Comité sobre los Derechos del Niño de la ONU. “Malala”, continúa este profesor, referencia omnipresente de la defensa de la infancia, “nos demuestra que los niños no son solo objetos para proteger y que, en muchas ocasiones, son los adultos, precisamente, los que les limitan”. "Verles levantarse nos hace humildes", dice el director de KidsRights Con Malala, ese límite llegó —o lo intentó— desde los fusiles que el pasado 9 de octubre, muy cerca de su casa de Mingora, escupieron las balas que acertaron en su cabeza y su cuello. Detrás del atentado estaban los talibanes paquistaníes, de los que la menor, entonces de 15 años, había hablado en un blog publicado en la versión online de la cadena británica BBC. Malala era ya entonces un símbolo creciente de la lucha por la educación de los menores que habitan esas tierras, demasiado porosas para no contagiarse del conflicto afgano. Pero, sobre todo, era un altavoz de denuncia de los derechos de las niñas, vilipendiadas por la guerrilla radical, enemiga acérrima de que ellas, como ellos, disfruten de la educación de las aulas. Malala aguantó. Fue trasladada al hospital Queen Elizabeth de Birmingham (Reino Unido) y logró sortear la muerte. Su coraje al plantar cara a los talibanes y seguir enarbolando su mensaje tras casi perder la vida fue reconocido por la organización KidsRights, que el pasado 6 de septiembre le entregó en La Haya (Holanda) el Premio Internacional de la Paz de los Niños. “Malala ha demostrado”, dice en un intercambio de correos el fundador de la ONG, Marc Dullaert, “que los niños pueden elevar sus voces, que pueden marcar la diferencia; ella está moviendo el mundo”. "Hay que evitar su explotación económica", afirma un docente Y no cesa. Malala sigue hoy con un discurso elaborado, cargado de simbolismo, fuerte, activista y atractivo hasta el punto de maravillar a los adultos, a los que están al frente de organizaciones, certámenes o Gobiernos. “Uno tiene que acostumbrarse”, defiende el profesor Cardona, “a la sensatez y madurez de los niños”. “Ver a un menor que decide levantarse por los derechos de muchos otros y luchar contra las injusticias”, señala también en este sentido Dullaert, “nos hace a los adultos humildes”. “Si ella puede hacerlo”, continúa el holandés, “nosotros también”. Frans Röselaers, sociólogo exmiembro de la Organización Internacional del Trabajo, va un paso más allá: “Los adultos pueden sentirse un poco humillados por el hecho de que estos jóvenes consigan cosas allí donde ellos no lo hicieron”. “Los niños”, prosigue Röselaers, integrante también del jurado que galardonó a Malala y fundador de Global March Against Child Labour, “tienen derecho a expresar sus preocupaciones, ambiciones y puntos de vista”. Y tanto. La paquistaní ha conseguido una ley de educación obligatoria La siguiente frase la pronunció la menor —se atribuye al filósofo romano Marcus Tullius Cicero—, durante la apertura de la librería de Birmingham, ciudad de acogida, el pasado 3 de septiembre: “Una habitación sin libros es como un cuerpo sin alma”. Pero no es solo la frase. La adolescente no lee un texto, pronuncia un discurso, lo gesticula, lo interpreta y se lo mete por vena al oyente. Tiene 16 años. “Estamos acostumbrados a que los niños sean objetos de protección”, explica el profesor Cardona, “y tienen muchas cosas que aportar”. “Es jurídicamente obligatorio escuchar a un niño”. Pero no hacerle hablar de más. “Hay que evitar la explotación económica de su figura”, advierte el también catedrático. El que no pudo evitar la explotación fue el pequeño Iqbal Masih, referente en la historia de los niños activistas y símbolo también de la lucha por los derechos de los menores en Pakistán. Fue asesinado dos años antes de que naciera Malala. La lucha contra la explotación infantil fue, de hecho, su gran causa. Nació en Mureedke, cerca de Lahore (Pakistán), en 1983. Con cuatro años fue vendido por sus padres al dueño de un telar como pago por la boda de su hermano. Seis años después logró escapar y se unió al Frente de Liberación del Trabajo Forzoso, con el que predicó en contra del empleo de menores. Muy menudo, demasiado para su edad, pero sonriente, Masih, pateaba las calles entre los suyos, con los brazos en alto; ondeaba banderas y saltaba a los atriles para contar su historia. El 16 de abril de 1995, Masih, con tan solo 12 años, poco después de regresar de Estados Unidos, donde había sido galardonado por su dedicación y activismo, fue asesinado a tiros. MÁS INFORMACIÓN La lección de la niña Malala Los talibanes tirotean a una chica de 14 años por defender el derecho a estudiar Una niña transexual de seis años gana una demanda civil en Colorado Asesinado un niño paquistaní, líder de la lucha contra la esclavitud infantil ¿Por qué Malala es así? ¿Por qué lo fue Masih? “Son niños líderes”, responde Consuelo Crespo, presidenta del comité español de Unicef, “son capaces de captar de inmediato el valor de algo, muchas veces porque lo han vivido, y tienen además la inquietud de transmitirlo”. La sección española de la agencia de Naciones Unidas dedicada a la protección de la infancia reconoció el pasado mes de mayo la labor de la joven activista paquistaní con el premio Moviliza. El galardón lo recogió en persona su padre, maestro de profesión y, seguro, uno de los responsables de poner una semilla en el carácter de su hija. Malala tenía que continuar con sus clases, pero agradeció la distinción a través de un mensaje grabado en vídeo. Recuerda Crespo y coinciden los expertos en infancia consultados que lo de Malala no se queda en una voz que moviliza a miles de personas. Su lucha ha obtenido un cambio efectivo: el reconocimiento por ley de la obligatoriedad y gratuidad de la educación para los niños en Pakistán. Otra cosa será su aplicación. Y no solo eso. Tal fue y es el eco de la voz de Malala que incluso un líder de los talibanes paquistaníes, Adnan Rashid, redactó y envió una misiva dirigida a la menor para ofrecer una suerte de excusas, no disculpas, por las que el ataque, que él no deseaba, se perpetró. Grosso modo, defendía él, no fue por su defensa de la educación sino por el intento de establecer un modelo occidental. “Has dicho que el bolígrafo es más fuerte que la espada”, escribió Rashid para Malala, “y ellos te atacaron por tu espada y no por unos libros o un colegio”. “El convencimiento de Malala”, señala la presidenta de Unicef, “ha sensibilizado a la sociedad en torno a sus derechos”. Pero todo tiene un límite: “Ella tiene que continuar su vida escolar de forma normal”, continúa Crespo, “no se la puede utilizar de forma partidista o ideológica”. Samantha Reed, de 10 años, escribía a Andropov en plena Guerra Fría A tenor de lo visto, eso no ha ocurrido en este caso, aunque no se puede negar que Malala sea un reclamo para liderar campañas como la capitaneada por el ex primer ministro británico Gordon Brown para reunir 500 millones de dólares (370 millones de euros) y llevar así la educación a 300.000 refugiados sirios de los campos del norte de Líbano. Pero, ¿por qué atrae tanto el mensaje de estos pequeños líderes a los adultos? En opinión de Crespo, la falta de un sistema de educación adecuado hace que ejemplos como el de Malala sean excepcionales. “Cuando se da espacio para que participen es espectacular como se expresan”. “Hay que educarles”, prosigue, “para que saquen lo mejor de sí mismos; no son el problema, son la solución”. Y si la aportan, como aquí coincide el fundador de KidsRights, Marc Dullaert, suele ser “creativa y sencilla”. Unicef conoce bien de qué están hechos los niños, sobre todo, allí donde más difícil es serlo. “Hay muchas malalas en el mundo”, cuenta Crespo tirando de la experiencia de sus viajes, “muchos niños que mueven el mundo y no conocemos, que son capaces de cambiar la mentalidad de sus padres por una idea”. Y a veces casi sin ser tener edad para ser conscientes de ello. Eso le ocurrió a Coy Mathis, la niña que con solo seis años logró el pasado mes de junio en Colorado una de las sentencias más celebradas por el colectivo transexual de Estados Unidos. Gracias a ella, que nació con sexo masculino, gracias a la expresión de lo que sentía y al tesón de sus padres, Kathryn y Jeremy Mathis, el colegio al que acude, en Colorado (EE UU), tuvo que abrirle las puertas de los baños para niñas. Mathis, de seis años, logró en EE UU una sentencia histórica para los transexuales La pequeña Mathis empezó a inclinarse hacia todo lo que tuviera que ver con el sexo opuesto a los 18 meses. Con cuatro años, su identidad era ya la de una niña. Sus padres trataron de que la dirección del colegio, el centro elemental Eagleside, dejase que Mathis fuera al lavabo de sus compañeras, pero la escuela negó la mayor el pasado mes de diciembre y apuntó hacia sus órganos genitales como motivo. Con la ayuda de la Fundación para la Defensa Legal y Educación de los Transexuales, los Mathis fueron ante el juez y el pasado 25 de junio ganaron la demanda civil, con una sentencia pionera en EE UU, “la más comprensiva con relación al acceso de los transexuales a los baños”, según la organización estadounidense. “Ejemplos como el de Coy Mathis dan mucha fuerza”, apunta Ronny de la Cruz, vicepresidente de Cogam (Colectivo de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales de Madrid). “Habrá gente”, continúa De la Cruz, “que cierre los ojos porque se trata de una niña, pero habrá otra mucha que se pare y la escuche”. De la Cruz, de 24 años y con una larga experiencia en contacto con grupos de jóvenes, resalta el impacto que tiene que “alguien tan joven tenga claras cosas que mucha gente no logra tener en toda una vida”. Claro y cristalino tenía Samantha Reed Smith, otro de los símbolos que ha dejado la historia del activismo menor de edad, que aquello que le pasaba por la cabeza allá por el año 1982, mientras hablaba con su madre en su casa de Maine (EE UU), tenía que acabar en un folio y llegar a manos de Yuri Andropov, secretario general del Partido Comunista de la URSS. “¿Va a votar usted por una guerra o no?”, preguntaba la pequeña de 10 años en plena escalada entre los dos frentes que partían el mundo. “Si esto no le agrada, dígame, por favor, cómo va a ayudar a evitar una guerra nuclear”, le soltaba la niña al máximo dirigente de la URSS. Tardó, pero Andropov respondió a Reed Smith. Le dijo que hacía todo lo que estaba en su mano para frenar el conflicto en una extensa carta en la que el dirigente comparaba incluso a la joven estadounidense con la Becky amiga del Tom Sawyer de Mark Twain. El intercambio de correspondencia convirtió a la pequeña en la embajadora oficiosa más joven de su país. El líder soviético invitó a Reed Smith y sus padres a viajar a Moscú en julio de 1983. La repercusión mediática en las dos trincheras, pese a que Andropov no se vio cara a cara con la niña, fue excepcional. Samantha Reed Smith era ya un símbolo de la lucha por la paz. Pero la fatalidad, que parece que persigue a las voces de esos pequeños grandes activistas, truncó la sonrisa interminable de esa niña de ojos grandes y claros. Reed Smith murió el 25 de agosto de 1985 junto a su padre en un accidente de avión. Tenía 13 años. "Tienen derecho a jugar, a vivir con su familia...", recalca Save the Children Pero lo que se traduce de su historia, como de la de Malala, Masih y otros miles de niños, es el ejercicio de un derecho a menudo hurtado a los menores: el de la participación. “Son ejemplo”, dice el director general de Save the Children España, Alberto Soteres, “del derecho a participar y opinar sobre cualquier asunto que les afecte”. Un derecho que sigue abriendo camino y traspasando fronteras. A veces también por el esfuerzo de los adultos. Como recuerda Soteres, el Gobierno español, tomando la delantera junto a un pequeño grupo de países, ratificó en junio el tercer protocolo de la Convención sobre los Derechos del Niño, que reconoce la competencia de los menores para defenderse frente a una instancia internacional. Es decir, explica Soteres, que “si un niño español no es atendido en ninguna de las instancias judiciales de su país, podría, una vez agotadas estas vías, acudir a Ginebra para reclamar sus derechos”. En espera de que las leyes internacionales protejan de manera más efectiva a los niños, el mundo seguirá necesitando malalas. Niños excepcionales que, al fin y al cabo, siguen siendo menores de edad y precisan por ello de una protección muy especial. “Hay que tener mucho cuidado”, advierte el director de Save the Children. “El caso de Malala es muy complicado, hay que estar vigilante con su entorno. Se tienen que garantizar sus derechos”. “El de la intimidad, que pueda jugar, estudiar, vivir con su familia…”. En definitiva, que pueda recoger un galardón en Nueva York de manos de Rania de Jordania, como hizo este miércoles durante la gala de los premios Clinton, siempre que luego se cumpla su derecho a seguir siendo lo que es. Una niña.

Malala en EEUU

La franqueza de Malala se impone en la gala de premios de los Clinton Solemnidad y glamour presiden la entrega anual de los galardones Ciudadanos Globales de la fundación de la familia del expresidente que premian la filantropía EVA SAIZ Washington 26 SEP 2013 - 03:57 CET18 Archivado en: Bill Clinton Hillary Clinton Chelsea Clinton Ben Affleck Joseph Biden Michael Bloomberg Malala Yousafzai Filantropía Premios Eventos Estados Unidos Norteamérica Espectáculos América Sociedad Malala Yousafzai saluda tras recibir uno de los premios Ciudadanos Globales de la fundación Clinton de manos de Rania de Jordania. / CARLO ALLEGRI (REUTERS) Los premios Ciudadanos Globales [Clinton Global Citizen Awards], que desde hace siete años otorga la fundación de Bill, Hillary y Chelsea Clinton, nacieron para premiar el liderazgo y las iniciativas de aquellos individuos que han tenido un impacto positivo en el ámbito de la política, la sociedad civil y el sector privado. La gala, que anualmente reconoce la filantropía en sus diferentes facetas, aúna a la solemnidad de este tipo de eventos la dosis de glamour y pompa mundana tan propia del sentido del espectáculo estadounidense y de los Clinton. La gala de la noche neoyorquina del miércoles fue fiel a esas premisas y combinó la seriedad y la transcendencia de los premiados, entre ellos Malala Yousafzai, la joven paquistaní de 16 años que en octubre del años pasado recibió varios disparos en el cuello y la cabeza por denunciar la opresión y las atrocidades del régimen talibán, o el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, galardonado por su liderazgo en el servicio público, y de otros asistentes, como el vicepresidente Joe Biden, con la frivolidad de las supermodelos o estrellas de Hollywood, que también asistieron al acto. El tono distendido de la ceremonia lo marcó el encargado de presentar el evento, el actor y director Ben Affleck, quien se presentó a sí mismo como Bruce Wayne, el alter ego de Batman, cuyo personaje interpretará próximamente en el cine para desilusión de muchos de los fans de la saga del hombre murciélago. La ex secretaria de Estado se sumó a las bromas y, tras abrazar a Affleck, señaló que estaba deseando que rodara la segunda parte de Argo. “Ahora estoy disponible”, señaló. La figura de la ex primera dama y potencial aspirante a la presidencia en 2016 sirvió de comodín para el humor a varios invitados. Malala, tras ser presentada por la reina Rania de Jordania, aseguró que “incluso en EE UU, la gente está esperando que una mujer sea presidente”, sin duda, uno de los primeros apoyos internacionales para su candidatura. Su comentario suscitó las risas del público y sirvió para distender el ambiente instantes después de que ella misma exigiera a Occidente que “en lugar de enviarnos armas, manden libros. En lugar de enviarnos tanques, manden lápices. En lugar de enviarnos soldados, manden profesores”. Su intervención fue un alegato a la importancia de la educación como garante del progreso y de la igualdad de oportunidades y derechos en el resto del mundo. “Sé que los problemas son infinitos e inabordables, pero la solución es la misma y es simple: educación, educación, educación”, reclamó la joven. Su discurso franco y directo recibió la mayor ovación de la noche e, inevitablemente, sobrevoló sobre el resto de intervenciones de la gala. A continuación subió al escenario el vicepresidente Biden, que volvió aprovecharse de la presencia de la antigua secretaria de Estado en la sala. “Echo de menos nuestros desayunos de los martes”, le recordó a Hillary Clinton. Biden fue el encargado de presentar el premio al alcalde de Nueva York. El vicepresidente, uno de los más firmes impulsores de una legislación más restrictiva de las armas de fuego, elogió la cruzada que para un mayor control de las mismas está liderando Bloomberg. “Nunca se ha dado por vencido en esta materia”, recalcó el vicepresidente, quien alabó la trayectoria política del multimillonario al frente de la alcaldía neoyorquina. “No he conocido a nadie a lo largo de mi carrera que haya estado tanto tiempo al pie del cañón y haya hecho más por construir el futuro que tú”, le dijo Biden. En su discurso de agradecimiento, Bloomberg reconoció que “si siempre hubiera soluciones simples a los problemas complejos, no existirían los problemas”. Las intervenciones de los premiados y sus presentadores se alternaron con las interpretaciones musicales de Elvis Costello, la cantante de Mali, Fatoumara Diawar y la banda The Roots, cuya actuación fue seguida con entusiasmo por el expresidente y su mujer, los anfitriones de una gala en la que la entereza de Malala acaparó todos los flashes. Malala recibió el premio al liderazgo en la sociedad civil, al igual que el obispo presbiteriano ugandés, Elias Taban, el fundador del Barefoot College, Bunker Roy. Además del galardón por su labor en el ámbito público que recibió el alcalde de Nueva York, Jessamyn Rodríguez, fundadora de Hot Bread Kitchen, y Adam Lowry y Eric Ryan, responsables de Method Products PBC, fueron reconocidos por su liderazgo en el ámbito de la empresa privada.

Malala recibe en Holanda el Premio a la PAz

Malala Yousafzai, la adolescente paquistaní que fue tiroteada por radicales talibanes el año pasado, ha recibido el Premio de la Paz de los Niños, equivalente al Nobel adulto, en la Sala de los Caballeros del complejo medieval del antiguo Parlamento holandés. Otorgado por la organización humanitaria KidsRights, Malala ha sido reconocida “por su lucha a favor de la educación de todos los niños en un entorno seguro”, que casi le cuesta la vida. Recibida como una heroína por 400 invitados, entre los que figuraba Irina Bokova, directora general de UNESCO, y el primer ministro liberal holandés, Mark Rutte, Malala ha sido clara y directa.“La solución es muy sencilla: el derecho de todas las niñas a la educación. Para los niños en Holanda, el Reino Unido, donde estudio ahora, o de cualquier lugar de Europa y Estados Unidos, la educación infantil se da por hecho. Así debe ser. Yo quiero vivir en un mundo donde ocurra lo mismo en todos sus rincones porque nadie debe ser excluido de la educación”, ha dicho. Según KidsRights, 32 millones de niñas están sin escolarizar en el mundo por tres motivos: la percepción cultural sobre el rol que deben cumplir en la familia, el coste de su educación y la inseguridad camino del colegio, o en el propio centro. En un estudio firmado también por la universidad holandesa de Leiden, se añade que en Paquistán 3,2 millones de niñas siguen sin ir a la escuela. Originaria del distrito de Swat, situado al noroeste de Paquistán en el valle del mismo nombre, Malala empezó a preocuparse muy pronto por el diferente trato recibido por niños y niñas. La zona está dominada por guerrilleros talibanes, contrarios a la alfabetización femenina, pero a los diez años ella escribía ya un blog bajo seudónimo para la BBC. Contaba sus vivencias en un enclave tan violento, y en 2010, el rotativo The New York Times se interesó por su caso. En octubre del año pasado, cuando viajaba en el autocar escolar, fue tiroteada en la cabeza y dada por muerta por los talibanes. Desde entonces, vive y estudia en Birmingham (Reino Unido) donde le curaron las heridas. La periodista y política yemení Tawakkol Karman, premio Nobel de la Paz en 2011, ha entregado el galardón, dotado con 100.000 euros que KidsRights invertirá en proyectos educativos para niñas paquistaníes.

Malala en la ONU

Malala en la ONU en julio

sábado, 13 de julio de 2013

Discurso de Malala en la ONU

Malala, en la ONU: “Un libro y una pluma pueden cambiar el mundo” La adolescente paquistaní tiroteada por los talibanes pide que se invierta más en educación Durante el discurso, ante la ONU, la niña ha recordado el ataque al que fue sometida La joven ha recordado a Luther King, Nelson Mandela, Gandhi y la madre Teresa http://elpais.com/sociedad/2013/07/12/actualidad/1373643256_270701.html

Malala Yousafzai, la adolescente paquistaní tiroteada por los talibanes en su país, pidió hoy en la ONU que la comunidad internacional redoble los esfuerzos para lograr "educación para todos los niños". Según ella misma ha relatado durante el acto organizado por Naciones Unidas para celebrar su decimosexto cumpleaños: "El 9 de octubre de 2012 los talibanes me dispararon. Pensaron que con sus balas me callarían para siempre pero fracasaron".
Acompañada por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, y el ex primer ministro británico Gordon Brown, la joven aseguró que sigue siendo la misma Malala, con las mismas ambiciones, esperanzas y sueños, y por ello volvió a pedir "educación para todos".
"Tomemos los libros y las plumas porque son nuestras armas más poderosas. Un libro y una pluma pueden cambiar el mundo", subrayó Malala, quien aseguró que "los extremistas siguen teniendo miedo a los libros". Malala, interrumpida en varias ocasiones por los aplausos de los asistentes, afirmó que no está en contra de nadie, ni siquiera de los talibanes en su país, y aseguró que incluso si tuviera una pistola y estuviera frente a la persona que le atacó "no dispararía".
"Es algo que aprendí de Mahoma, el patrimonio que recibí de Martin Luther King y de Nelson Mandela, la filosofía de la no violencia que aprendí de Gandhi y la madre Teresa, el perdón que aprendí de mi padre y de mi madre", aseguró.
La adolescente paquistaní, que agradeció poder llevar hoy puesto un chador de Benazir Bhutto, reiteró que viajó a la sede de las Naciones Unidas en Nueva York para elevar su voz y pedir "educación para todos los niños".
"El Día de Malala no es mi día, hoy es el día de todos y cada una de las mujeres, niñas y niños que se han atrevido a defender sus derechos", dijo la joven, quien agradeció "la cantidad de amor" que ha recibido en estos meses de recuperación.

lunes, 10 de junio de 2013

Malala con Ayuda en Acción

MALALA, LA NIÑA QUE VENCIÓ EL MIEDO

Publicado el 28 de enero de 2013,
Escrito por Pilar Lara (Ayuda en Acción)
No es igual de fácil (o difícil) defender los derechos humanos en todos los lugares del mundo. En ocasiones el compromiso puede dar pereza o despertar incredulidad. Pero hay condiciones, factores, como vivir en contextos no democráticos, como ser mujer, que son determinantes y hacen que la pereza o la incredulidad sobre nuestras posibilidades para cambiar las cosas se transformen en miedo. El miedo que expresaba en su blog Malala Yousafzai, una niña paquistaní que el pasado 9 de octubre recibió un disparo en la cabeza por defender el derecho a la educación de las niñas. Y es que hay lugares donde un acto tan sencillo y cotidiano como ir a la escuela se transforma en una reivindicación diaria, en un símbolo que representa a miles de niñas que luchan cada día por mejorar sus condiciones de vida.
Niños sujetando pancartas con el nombre de Malala en Birmingham
Niños sujetando pancartas con el nombre de Malala en Birmingham. Foto: LEON NEAL/AFP/Getty Images
Las personas que vencen ese miedo, que a pesar de que parezca imposible deciden seguir apostando por lo que consideran justo, merecen todo nuestro respeto. En España, casi80.000 ciudadanos y ciudadanas han apoyado la candidatura de Malala al premio Nobel de la Paz. Gracias a su firma en una petición online impulsada desde Ayuda en Acción, pedimos al Congreso de los Diputados que haga formalmente la nominación ante el comité del Nobel en Noruega. Con la entrega de estas firmas en el Congreso y la reunión con un grupo de diputados de distintos partidos políticos, damos un paso más para que salga adelante esta iniciativa que, a través de la red, han apoyado casi 300.000 personas de distintos países (Canadá, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia, India, Rusia, y España).
Hay quien dice que en momentos de dificultad cada cual pretende salvarse, que frente aproyectos comunes todos nos preguntamos ¿qué hay de lo mío? Pero la realidad se empeña en demostrar que el ser humano es generoso y solidario. Que miles de personas saben que la pregunta no es qué hay de lo mío, sino cómo conseguimos lo nuestro. Y lo nuestro no es otra cosa que la defensa de los derechos humanos, sean de quién sean, sea dónde sea.
Dese el principio, esta iniciativa siempre ha defendido la figura de Malala como un ejemplo de todas las personas, de esas otras Malalas que luchan diariamente por el derecho a la educación. Ayuda en Acción busca dar visibilidad y apoyar a todas esas personas. Si dentro de un año, en diciembre de 2013, vemos a Malala recoger el Premio Nobel de la Paz, supondrá el reconocimiento a las miles de personas que cada día defienden los derechos humanos simplemente ejerciéndolos. Por eso es tan importante apoyar a aquéllos que vencen la incredulidad y el miedo y creen que es posible cambiar el mundo, en el caso de Malala conseguir que la educación sea un derecho cumplido para todas las personas, sean mujeres u hombres, habitantes de cualquier país.



SABEMOS QUE HAY MUCHAS “MALALAS” EN LAS COMUNIDADES EN LAS QUE TRABAJAMOS.

Niñas y jóvenes que de una u otra forma tienen que luchar y sortear muchos obstáculos para poder recibir una educación. El Nobel a Malala significaría un apoyo y un respaldo para todas las personas del mundo que en dificultades extremas persiguen el derecho a la educación de las niñas.

SALMA, 8 AÑOS, BANGLADESH. HOGARES FELICES PARA PROTEGER LOS DERECHOS DE LAS NIÑAS QUE VIVEN EN LA CALLE.

ABEBA, 17 AÑOS, ETIOPÍA.“NO TENGO INTENCIÓN DE CASARME TAN PRONTO”

CLEOTILDE (24 AÑOS), LILIA (42 AÑOS) Y BALVINA (65 AÑOS), PERÚ. TRES MUJERES DEFIENDEN SU DERECHO A LA EDUCACIÓN.


Malala da las gracias al heredero de Abu Dhabi

Malala da las gracias al heredero de Abu Dhabi

La activista paquistaní por el derecho de las niñas a la educación viaja al emirato para agradecer a la familia gobernante la ayuda que le prestó cuando los talibanes quisieron asesinarla

Malala ha vuelto a recobrar la sonrisa. Así lo ha demostrado durante una breve visita a Abu Dhabi, acompañada de su padre, Ziauddin Yousafzai. La joven activista paquistaní por el derecho de las niñas a la educación ha viajado a ese emirato para agradecer a la familia gobernante la ayuda que le prestó cuando los talibanes intentaron asesinarla el pasado octubre. El emir, el jeque Jalifa Bin Zayed al Nahyan, puso a su disposición un avión medicalizado que fue clave para salvarle la vida.
“Ha sido una visita privada”, explica a esta corresponsal una fuente de la Embajada de Pakistán en Emiratos Árabes Unidos. No obstante, la agencia oficial de noticias, WAM, ha difundido una fotografía en la que puede verse a Malala, de 15 años, entregando al jeque Mohamed, hermano y heredero del emir, un cuadro pintado por ella misma. Aunque el pie de foto no lo dice, el paisaje verde que se observa tiene el aspecto de ser el valle del Swat, la comarca donde vivían los Yousfzai y que los talibanes tomaron en 2007.
Poco después, Malala empezó a escribir un diario para la web de la BBC en Urdu con el seudónimo de Gul Makai. Allí, con un lenguaje sencillo y directo, contaba como poco a poco los talibanes limitaban la asistencia de las niñas a clase. “Tengo miedo. De camino a la escuela, oí a un hombre [que decía] ‘te voy a matar’”, anotó en una de las entradas. Cuando dos años más tarde el Ejército logró recuperar el valle, se conoció la verdadera identidad de la autora y Malala se convirtió en la bestia negra de esos zelotes.
No era una broma. Un informe militar aseguraba que durante su control de la zona los talibanes habían decapitado a 13 niñas, destruido 170 escuelas y puesto bombas en otras cinco. Pero Malala no cejó. Apoyada por su padre, maestro y propietario de una escuela femenina, siguió defendiendo el derecho a la educación universal de niños y niñas, en un país en el que hay sectores que rechazan formar a las mujeres y el Estado es demasiado débil para imponer la escolarización obligatoria.
Hasta que el pasado 9 de octubre, dos pistoleros la esperaron a la salida de clase y abordaron la furgoneta en la que regresaba a casa con otras compañeras. Dos de ellas resultaron también heridas, pero ya han vuelto a clase. El eco del caso, que despertó la indignación mundial e hizo reflexionar a los propios paquistaníes, ha hecho que Malala fuera elegida como una de Las 100 personas más influyentes del mundo, en la selección anual de la revista Time, el pasado 29 de abril.
Tras su visita a Abu Dhabi, Malala y su padre han seguido de camino a La Meca para realizar la umra, o peregrinaje menor, que a diferencia delhajj, uno de los cinco pilares del islam, no es necesario hacer en una fecha determinada. Aunque las fuentes diplomáticas no han querido dar detalles sobre el mismo, todo parece indicar que el viaje ha sido un regalo de los Al Nahyan.
Tras el atentado, el emir también ofreció que fuera tratada en un hospital de Dubái, pero finalmente, ante la gravedad de sus heridas, se optó por trasladarla al hospital Queen Elizabeth, de Birmingham (Reino Unido), un centro especializado en militares heridos en combate. Aunque los médicos militares paquistaníes lograron extraerle una bala alojada muy cerca de la espina dorsal, quedaba por delante una delicada tarea de reconstrucción de la parte izquierda del cráneo que había resultado muy dañada por otro de los proyectiles. Tras varias intervenciones, la joven fue dada de alta hace unos meses y ahora prosigue su rehabilitación. A pesar de que los doctores aseguran que su cerebro no ha resultado afectado, le llevará tiempo recuperarse del todo. Todas las fotos que hay después del ataque, solo muestran su perfil derecho.

Charla con Manel Serras El especialista en Fórmula 1 de EL PAÍS responde a los lectores sobre el Gran Premio de Canadá » Brundtland y Yousafzai, Premio Internacional Catalunya 2013

La noruega Gro H. Brundtland (Oslo, 1939) y la paquistaní Malala Yousafzai (Mingora, 1997) viven separadas por miles de kilómetros y por culturas totalmente diferentes. Pero las une su defensa de los derechos humanos, algo que les ha llevado a sufrir la feroz oposición de algunos sectores de sus conciudadanos. Brundtland era el primer objetivo deAnders Breivik que asesinó a 76 jóvenes cuando participaban en un campamento de verano en la isla de Utoya en julio de 2011. No consiguió su objetivo de acabar con la entonces primera ministra por un problema de horarios con los trenes. La historia de la joven de 15 años Yousafzai es más dura. En el objetivo de los talibanes desde que comenzó a defender el derecho básico de las niñas a la educación, en octubre del año pasado, un grupo armado subió al autobús que la llevaba desde el colegio a su casa, y, tras pedirle que se identificara, le dispararon hiriéndole gravemente en el cráneo y el cuello. Desde hoy, las dos mujeres están unidas por el Premio Internacional Catalunya 2013 que concede la Generalitat que reconoce a personas que han contribuido a desarrollar los valores culturales, científicos o humanos del mundo.
En la galería gótica del Palau de la Generalitat, el presidente Artur Mas y el presidente delegado del Premio, Xavier Rubert de Ventós, anunciaron la concesión de las premiadas en atención a “su determinación y coraje en la defensa de los derechos humanos”. En cuando a Brundtland, que fue primera ministra de Noruega en tres ocasiones, y exdirectora de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el jurado ha destacado sus “contribuciones importantísimas al mundo de la salud y del medio ambiente”. Mientras que de la joven Yousafzai, el jurado ha valorado que “se haya jugado la vida por promover el derecho a la educación de las niñas donde estaba fuertemente combatido”. Su resistencia, lucha y valentía la ha convertido, según la revista Time, en una de las 100 personas más influyentes del mundo.
El galardón, creado en 1989 por la Generalitat y dotado con 80.000 euros y una escultura realizada por Antoni Tàpies, ha distinguido en anteriores ediciones a personalidades como el expresidente de Brasil Lula da Silva, el escritor y político checo Václav Havel, la activista birmana Aung San Suu Kyi, el escritor Haruki Murakami, el ensayista Harold Bloom y el oceanógrafo Jacques-Yves Cousteau. Mas no ha desaprovechado el anuncio para asegurar que el premio es “una plataforma y un aparador que da visibilidad a Cataluña y su proceso”. El próximo 26 de julio se entregará el galardón en una ceremonia en el Palau de la Generalitat a la que han confirmado que asistirán.