Malala da las gracias al heredero de Abu Dhabi
La activista paquistaní por el derecho de las niñas a la educación viaja al emirato para agradecer a la familia gobernante la ayuda que le prestó cuando los talibanes quisieron asesinarla
ÁNGELES ESPINOSA Dubai 28 MAY 2013 - 11:58 CET
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Malala ha vuelto a recobrar la sonrisa. Así lo ha demostrado durante una breve visita a Abu Dhabi, acompañada de su padre, Ziauddin Yousafzai. La joven activista paquistaní por el derecho de las niñas a la educación ha viajado a ese emirato para agradecer a la familia gobernante la ayuda que le prestó cuando los talibanes intentaron asesinarla el pasado octubre. El emir, el jeque Jalifa Bin Zayed al Nahyan, puso a su disposición un avión medicalizado que fue clave para salvarle la vida.
“Ha sido una visita privada”, explica a esta corresponsal una fuente de la Embajada de Pakistán en Emiratos Árabes Unidos. No obstante, la agencia oficial de noticias, WAM, ha difundido una fotografía en la que puede verse a Malala, de 15 años, entregando al jeque Mohamed, hermano y heredero del emir, un cuadro pintado por ella misma. Aunque el pie de foto no lo dice, el paisaje verde que se observa tiene el aspecto de ser el valle del Swat, la comarca donde vivían los Yousfzai y que los talibanes tomaron en 2007.
Poco después, Malala empezó a escribir un diario para la web de la BBC en Urdu con el seudónimo de Gul Makai. Allí, con un lenguaje sencillo y directo, contaba como poco a poco los talibanes limitaban la asistencia de las niñas a clase. “Tengo miedo. De camino a la escuela, oí a un hombre [que decía] ‘te voy a matar’”, anotó en una de las entradas. Cuando dos años más tarde el Ejército logró recuperar el valle, se conoció la verdadera identidad de la autora y Malala se convirtió en la bestia negra de esos zelotes.
No era una broma. Un informe militar aseguraba que durante su control de la zona los talibanes habían decapitado a 13 niñas, destruido 170 escuelas y puesto bombas en otras cinco. Pero Malala no cejó. Apoyada por su padre, maestro y propietario de una escuela femenina, siguió defendiendo el derecho a la educación universal de niños y niñas, en un país en el que hay sectores que rechazan formar a las mujeres y el Estado es demasiado débil para imponer la escolarización obligatoria.
Hasta que el pasado 9 de octubre, dos pistoleros la esperaron a la salida de clase y abordaron la furgoneta en la que regresaba a casa con otras compañeras. Dos de ellas resultaron también heridas, pero ya han vuelto a clase. El eco del caso, que despertó la indignación mundial e hizo reflexionar a los propios paquistaníes, ha hecho que Malala fuera elegida como una de Las 100 personas más influyentes del mundo, en la selección anual de la revista Time, el pasado 29 de abril.
Tras su visita a Abu Dhabi, Malala y su padre han seguido de camino a La Meca para realizar la umra, o peregrinaje menor, que a diferencia delhajj, uno de los cinco pilares del islam, no es necesario hacer en una fecha determinada. Aunque las fuentes diplomáticas no han querido dar detalles sobre el mismo, todo parece indicar que el viaje ha sido un regalo de los Al Nahyan.
Tras el atentado, el emir también ofreció que fuera tratada en un hospital de Dubái, pero finalmente, ante la gravedad de sus heridas, se optó por trasladarla al hospital Queen Elizabeth, de Birmingham (Reino Unido), un centro especializado en militares heridos en combate. Aunque los médicos militares paquistaníes lograron extraerle una bala alojada muy cerca de la espina dorsal, quedaba por delante una delicada tarea de reconstrucción de la parte izquierda del cráneo que había resultado muy dañada por otro de los proyectiles. Tras varias intervenciones, la joven fue dada de alta hace unos meses y ahora prosigue su rehabilitación. A pesar de que los doctores aseguran que su cerebro no ha resultado afectado, le llevará tiempo recuperarse del todo. Todas las fotos que hay después del ataque, solo muestran su perfil derecho.
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