martes, 20 de noviembre de 2012

SANGUE SABUR


Atiq Rahimi: “Si el artista no consigue despertar al pueblo, tiene que perturbar su sueño”

“¿Café solo?”, preguntó la camarera, a lo que el realizador y escritor afgano Atiq Rahimi asintió con la cabeza cubierta con su habitual sombrero negro. En el bullicio de la cafetería, Rahimi reveló a el50 los secretos de su película The Patience Stone.
¿En qué se inspiró para escribir la historia de esta mujer?

En 2005, me invitaron a una conferencia sobre literatura, pero una semana antes me avisaron de que se había cancelado por el asesinato de una poetisa afgana, una mujer de 25 años, recién casada y madre. Pregunté por qué la habían asesinado y me contestaron que fue por razones familiares. Quise investigar sobre este asunto, pero la familia no quería verme. El marido, que estaba en la cárcel, se había inyectado gasolina en las venas para suicidarse, posiblemente por el remordimiento, pero no lo había conseguido y estaba en coma. Pensé que si fuera una mujer, me quedaría con este hombre en coma y le contaría todo. La historia no tiene nada que ver con la de la poetisa, pero esta fue la situación que me inspiró.

La vida que cuenta la protagonista es tan dura, con tantas situaciones que pasan en silencio…
Se trata de historias que se escuchan por ahí, que te puedes imaginar, un poco de todo. Algunas me las han contado y otras me las he inventado.

En lo relativo a la actriz, ¿cómo le propuso el proyecto?

Mientras escribimos el guión, íbamos buscando a la actriz. Al principio, queríamos grabar en inglés, con una actriz inglesa o una actriz conocida. Pero, al terminar el guión, nos dimos cuenta de que no se podía grabar en otro idioma que no fuera persa. Jean-Claude Carrière me propuso a Golshifteh Farahani. Cuando la vi, me impresionó su belleza y esto me daba miedo. Dudé y ella me la sigue guardando. Vino y me dijo “si no interpreto este papel, voy a coger el libro y voy a actuar en las calles de París”. (Risas)

Una buena estrategia…

“No me lo vas a poder prohibir”, me decía. Después, vi la película de A propósito de Elly, y ahí me di cuenta. Ensayé con ella y vi que era formidable así que me lancé. Pero tenía que cambiar algunas cosas. Tenía que tener una cicatriz, tenía que aprender el acento persa de Afganistán, esto último lo hace muy bien. Trabajamos mucho, hablamos del personaje. No quería mostrar a una mujer deprimida, a una víctima, quería que fuera una mujer que demostrara que ha luchado por sobrevivir y que se venga, a su manera de la sociedad. Había que ver cómo construir a un personaje tan ambiguo, porque no sabemos muy bien si lo que cuenta es verdad o no.


¿Cómo fue el proceso de pasar del libro a la película?

La primera pregunta era si había que hacer una adaptación de este libro o no, porque la acción transcurre en un espacio cerrado, todo en una habitación. Lo estuvimos pensando, con Jean-Claude. Pasamos un mes juntos, trabajando, luego nos separamos y un par de meses después, nada más ver el guión, me di cuenta de que ahí había una película. En el libro, el narrador se queda siempre junto al hombre. No sabemos qué hace la mujer fuera de la habitación. No existen los demás personajes, sólo cuenta ella. En la película dije que no, que la cámara se tenía que quedar con la mujer, no con el hombre. Así la cámara sale, sigue a la mujer, la acompaña al patio, por las calles,… También se puede enseñar su pasado, convertir al resto de personajes en carne y hueso.

Usted vive en Francia y, aunque vuelva de vez en cuando a Afganistán, para retratar al país igual es necesario vivir allí. ¿Es la imagen que conserva de antes de 1985, momento en el que se fue, o ha evolucionado en su percepción?

De 1985 hasta 2002, tenía una mirada muy nostálgica. Hablaba de los afganos como víctimas. Cuando volví en 2002, cambió algo, me hice muy crítico con la sociedad y los afganos. Viajo, escucho, hablo con ellos, para descubrir realmente el país, el pueblo, sus penas, sus maldades, sus hipocresías, sus alegrías, sus inocencias. Cada vez que voy a Afganistán viajo y paso tiempo con las personas. Este es el trabajo del escritor (risas).

¿Cómo han sido los pases de la película en Afganistán?

Se proyectó una semana en la universidad de Kabul para los y las estudiantes. Ahora los jóvenes realizadores y realizadoras han creado en cada barrio un cineclub y proyectan la película. Recibo emails felicitándome, dándome ánimos, también hay jóvenes a los que les impacta. Pero no es mi problema, es el suyo.

Esto el arte, ¿no?

Sí, es el arte y tiene que ser así. No puedo resignarme para no impactar contar historias bonitas, no es lo mío. Si el artista no consigue despertar a un pueblo, tiene que perturbar su sueño.


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